Carlos A. López Garcés
Cronista de Orituco
Fue
un humanista guariqueño, autodidacta y polifacético, a quien el tintineo del
gentilicio le repiqueteaba en las intimidades del espíritu. Las cualidades
humanas que caracterizaron su existencia útil le acreditaron para merecer el
recuerdo perdurable. Fue hombre de inteligencia clara, amistad cordial,
conversación fluida y agradable, receptividad a las buenas intenciones y a las
solicitudes justas, observación prudente, comentarios positivos, cooperación
espontánea, honestidad imperturbable y sin mezquindades ni egoísmos; en fin, un
ser humano en la expresión exacta de
los términos. Vivió impregnado de espiritualidades y sin los angustiosos ni
atosigantes amasamientos de capitales abultados malamente.
José Francisco Martínez Armas (1912-1996). Fotografía tomada del Diccionario biográfico-cultural del estado
Guárico, escrito y publicado por Lorenzo Rubín Zamora (Caracas, 1974, p.
163).
Don
José, como lo llamaba con respeto la gente joven, falleció víctima del mal de
Alzheimer, en Altagracia de Orituco, a las diez y media de la mañana del día
lunes 15 de julio de 1996, en su residencia ubicada en la calle Santiago
Gil-Norte, entre la Ilustres Próceres
y la Colombia. Estaba
próximo a cumplir 84 años de edad, pues nació en Zaraza el 4 de octubre de
1912. Era hijo de Miguel A. Martínez y María Esther Armas Santos de Martínez.
Quedó huérfano muy niño. Llegó jovencito a Altagracia de Orituco, procedente de su pueblo natal y acompañado de
su padre, quien trabajaba como telegrafista en la estación gracitana. Fue
alumno de la Escuela Federal
Ángel Moreno (centro docente para varones que funcionó en Altagracia, de 1924 a 1956), a la cual
ingresó el 7 de enero de 1929 para continuar el tercer grado, que había
iniciado en una escuela zaraceña. Contrajo matrimonio con Amanda Gutiérrez
Carchidio y de esta unión nacieron Esther, Delia y José Francisco.
Aprendió la telegrafía para ganarse la vida y
la ejerció como operario en Altagracia y Cumaná, durante veinticinco años hasta
1960, cuando fue jubilado por el Ministerio de Comunicaciones. Obtuvo el
certificado de locutor, conocía de avicultura y enseñó castellano a empleados
extranjeros de la Creole Petroleum
Corporation. Fue un tangófilo cautivado por Carlos Gardel y taurófilo
(¿paradoja?) admirador de los hermanos Girón, del Diamante Negro y de Manolete.
Su vocación para versificar con sensibilidad motivó que se le identificara,
cariñosamente, como Poeta Martínez;
así fue confirmado en tierras orituqueñas donde enraizó sus afectos infinitos.
Cantos sencillos a la fauna, a la flora y, en fin, a la naturaleza prodigiosa,
vertidos en décimas y sonetos, predominan en su apreciable poesía, la que
revela una pasión ornitofílica, como puede observarse en Paraje (Caracas, 1975) y
en periódicos de Altagracia y de San Juan de los Morros.
Debe
resaltarse que José Francisco Martínez realizó actividades cronísticas con
mucho esmero e intensa devoción, asumiendo, espontáneamente, la obligación de
reconstruir hechos históricos de nuestros pueblos, sobre todo de los de Orituco
e insistió en destacar virtudes personales ajenas. Pruebas de estas afanosas
voluntades productivas son los libros siguientes: Reminiscencias de Zaraza: 1891-1936 (Caracas, 1963), una
recopilación de notas periodísticas relativas a esta población guariqueña; Historia del béisbol en Altagracia de
Orituco: 1907-1936 (Caracas, 1972), título éste que explica por sí mismo y Ellos también en el recuerdo (Caracas,
1981), un compendio de microbiografías de personajes populares que moraban en
Altagracia de Orituco durante el siglo XX; además, publicó estos folletos: Servidores del telégrafo (Caracas,
1968), relato biográfico de don Valeriano Tinedo Moreán, experimentado
telegrafista chaguaramense; Dr. Pedro María Arévalo Cedeño: una vida
consagrada al bien común (Caracas, 1970), reputado médico vallepascuense,
muy respetado y apreciado en los pueblos de Orituco, donde contribuyó
tesoneramente con la fundación y operatividad del Hospital San Antonio y del
Colegio Guárico, que funcionaron en Altagracia en el siglo XX; Ángel Santiago González (Caracas,
1974), resumen de la vida corta y productiva de un joven intelectual y
deportista gracitano, fallecido en 1925, a los 23 años de edad, que es el epónimo
del estadio principal de Altagracia; El
Grupo Escolar José Ramón Camejo de Altagracia de Orituco (Caracas, 1976) y Próspero Infante y la Escuela Federal Graduada Ángel
Moreno (1984). Estos dos últimos folletos contienen importantes datos para
comprender la evolución educativa altagraciana, desde 1924 hasta 1975. Dejó
inéditos varios trabajos: Jefes civiles
y concejales del distrito Monagas y presidentes del estado Guárico (en la
primera mitad del siglo XX); Algunas familias de Orituco y el poemario Recuerdos de Zaraza. Son conocidas algunas muestras de la
interesante y variada colección fotográfica de motivos altagracianos, que logró
captar y reunir desde joven como testimonios del transcurso del siglo XX.
Muchas crónicas escritas
por el Poeta Martínez fueron publicadas en los diarios El Universal de Caracas, Alborada
de Altagracia de Orituco y El
Nacionalista de San Juan de los Morros, pero, básicamente, en Topano, periódico tabloide, de
publicación mensual, fundado por el propio Martínez y Luis Emilio Infante, que
circuló en Altagracia de Orituco desde mayo de 1964 hasta mayo de 1968, con el
sano propósito de divulgar valores culturales orituqueños, destacando temas
históricos, geográficos, literarios, folclóricos y humanos en general, sin
parcialidades políticas. Martínez adquirió cierta experiencia periodística en
sus tiempos juveniles gracitanos, cuando editaba la revista Terrón y los periódicos El Surco, Alfa y La Ñapa, que
dirigió con dignidad junto con otros jóvenes contemporáneos.
José Francisco Martínez
Armas debe ser considerado como uno de los cronistas confiables del siglo XX
orituqueño, aun cuando haya incurrido en menudas equivocaciones propias de
humanos, que no desacreditan su trabajo respetable por valioso. Colaboró con el
Dr. José Ramón Medina en la elaboración de una antología poética del estado
Guárico. Fue cofundador del Club Orituco, un “centro social” que agrupaba a la high life altagraciana de los años cincuenta del siglo
XX, donde se estimulaba la realización de acontecimientos culturales
interesantes por influencias martinecinas.
Ejerció la Secretaría
del Concejo del Distrito Monagas guariqueño en 1954-1955, cuando eran tiempos
del perezjimenato. Desempeñó el cargo de Secretario Privado del Gobernador del
Estado Guárico, Dr. José Ignacio González Aragort, en 1969-1970, cuando
comenzaba la primera presidencia del Dr. Rafael Caldera. Suya es la letra del
Himno a Don José Ramón Camejo, escrito en 1975, para ser cantado por alumnos de
esta escuela, con la música de los docentes Nelson Tortolero, Dalia de Dorta y
Clara Carpio de Alfonso. Martínez Armas
fue Secretario de Cultura y Relaciones Públicas de la Fundación Dr. Pedro María
Arévalo Cedeño, la cual contribuyó a crear en 1981 y a funcionar para provecho
altagraciano.
Careció de apasionamientos
político-partidistas, aunque no ocultó su admiración por el general Isaías
Medina Angarita ni sus críticas al Dr. Arturo Uslar Pietro por integrarse con
el Frente Nacional Democrático (FND) al llamado Gobierno de Amplia Base, propiciado
por el presidente Raúl Leoni (militante accióndemocratista), en 1964. Martínez
no admitió tal conciliación con quienes pretendieron difamar al notable
intelectual venezolano. No fue perezjimenista; sin embargo, fue acusado de
serlo por algunos adversarios de esta dictadura, vinculados a Acción
Democrática, quienes idearon expulsarlo de Altagracia recién derrocado aquel
gobierno, pero no lograron el objetivo porque se impuso la razón, finalmente, y
el tiempo eliminó las consecuencias de estos sinsabores. Trabajó un corto lapso
en el Ministerio de Educación, cuando este organismo lo dirigía el Dr. Julio de
Armas. Vivió en Los Rosales, Caracas, después de jubilado como telegrafista,
sin olvidar al Orituco, adonde viajaba con frecuencia. El Concejo del otrora
Distrito Monagas del Estado Guárico, presidido por el ciudadano Pedro Celestino
Itriago, lo declaró Hijo Ilustre de Altagracia de Orituco, junto con el pintor
Efraín López González (Chepín) y el profesor Pedro Durán, el 4 de junio de
1987. Le temió mucho a la muerte; no obstante, solicitó seriamente la
colocación en su tumba, a modo de epitafio, de los siguientes versos que
memorizaba en junio de 1987: “Cuando me
entierren aquí: / Ruego a una mano piadosa / que siembre junto a mi fosa / una
mata de alelí”.
Los ciudadanos Arturo
Graffe Armas, Erasmo Padilla Alvarado y Rafael Vicente Arévalo, tres fieles
amigos de Martínez Armas cumplieron aquel requerimiento sublime del poeta,
tiempo después de su deceso, en un gesto de fraternal solidaridad.
El poeta Martínez poseyó
el privilegio de la buena y admirable memoria, hasta que lo afectó el mal de
sus años finales. Fue enterrado en el Cementerio General de Altagracia de
Orituco, en la mañana del día siguiente de su deceso. El profesor Arturo Graffe
Armas, la señora Eva Luisa de Gómez y la docente Hilmar Hernández de Constant
pronunciaron emotivas palabras de despedida ante el cadáver, en la Fundación Dr. Pedro María
Arévalo Cedeño, de la cual fue miembro fundador y celoso
guardián de su operatividad; allí le fue rendido un breve homenaje, que incluyó
el Himno del Grupo Escolar José Ramón Camejo, cantado por alumnos de
esta escuela.
La
obra de José Francisco Martínez Armas debe ser difundida para favorecer el
conocimiento histórico de Orituco en particular y del Guárico en general. La Alcaldía del municipio
José Tadeo Monagas del estado Guárico puede y debe auspiciar este propósito
ennoblecedor.